Se le escurrió entre las manos, como aquel pez anaranjado de la pecera que, junto a dos candelabros, adornaba el aparador de la infancia.
De forma casi idéntica, el corazón que compró para guisar, hizo un pequeño rebote justo antes de quedar inmóvil sobre el mármol. Sonando igual. Secando el sudor de su frente con el antebrazo, maldijo al gerente que se fugó con su sueldo y a su la mala suerte, por romperse el ventilador.
Albada
De forma casi idéntica, el corazón que compró para guisar, hizo un pequeño rebote justo antes de quedar inmóvil sobre el mármol. Sonando igual. Secando el sudor de su frente con el antebrazo, maldijo al gerente que se fugó con su sueldo y a su la mala suerte, por romperse el ventilador.
Albada