Luis estaba tan enamorado, que encargó en ese primer aniversario una romántica cena. El maître dispuso una pulsera en la servilleta destinada a Joana y la vecina quedó encargada de alfombrar el pasillo de su piso con cinco bolsas de pétalos de rosas.
Ella había tenido un día horrible. Se maquilló con desgana tras entregarle un envoltorio con un llavero duplo que encargó el día anterior y un beso apasionado, improvisado y amplio.
Su plan era llamar a un restaurante chino y compartir un jacuzzi.
Albada